Capítulo 7. Preparándonos para la realidad. (Noadibú-Nouakchott: 476km)

Esta noche nos acordamos de nuestro gran amigo “Fortasec” que se quedó en casa. Realmente, más bien me acordé yo, algo debí comer en días anteriores que no me sentó del todo bien. ¡Gajes del viajero!

El viaje no podía parar, así que seguimos nuestra ruta a pesar de tener un poco de malestar. Senegal cada vez estaba más cerca.   

El gallego que nos atendió ayer en su restaurante nos metió un poco de miedo en el cuerpo ya que nos advirtió de numerosos controles policiales, que la carretera que iba hacia el sur estaba en bastante mal estado con muchísimos socavones y encima como había soplado mucho aire estos días atrás, la arena se habría adueñado de la carretera. 

No obstante, partimos dirección Nouakchott liándonos la manta a la cabeza, y nada más salir nos cruzamos con el famoso tren de los 1000 vagones que atraviesa el desierto entre las ciudades de Noadibú y Choum con una cadena de vagones de casi 3 km. Como nunca habíamos visto un tren de semejantes dimensiones, nos quedamos unos minutos embobados viéndolo pasar.  

En esta etapa y con unos 33 grados, los kilómetros se hicieron largos, muy largos diría yo. No había gran cosa que ver, salvo los policías/militares que nos pararon 7 veces para pedirnos la famosa “fiche”.  Ya nos empezaban a parecer cansinos, pero no quedaba otra que parar y poner una gran sonrisa. 

Los únicos sobresaltos que tuvimos, fueron los socavones y las dunas invadiendo la carretera. Éstas te las encontrabas en plena curva haciéndonos frenar en seco para no irnos al suelo. A veces cubrían parte de la calzada y otras muchas totalmente. ¡Había que ir con mil ojos! ¡Un poco de emoción no nos venía mal para mantenernos despiertos!

El día de antes habíamos buscado en Booking un lugar donde dormir sin llegar a entrar en la capital y encontramos un lugar al lado de la playa que nos parecía “correcto”. ¡Qué ilusos!

Atravesando la ciudad para llegar a nuestro alojamiento “idílico”, no podíamos creer lo que veíamos, suciedad y plásticos de todo tipo por todos los lados, basura amontonada por las aceras y calzadas, lo nunca visto para nosotros. Jamás pensamos que una ciudad tan sucia y demacrada podía llegar a existir y tampoco entendíamos muy bien cómo podían vivir en esas condiciones. 

El caso es que, para llegar al alojamiento, nos tocó cruzar un par de vertederos dentro de la misma ciudad …. Elena se estiraba de los pelos a la vez que se reía del lugar tan “romántico” al que la llevaba ….   

Una vez ya en el complejo … nos encontramos con unas casitas de madera aparentemente muy cucas. ¡Ahora bien, en cuanto entramos, nos echamos las manos a la cabeza! La casita al final resultó ser la de los horrores, disponía de una habitación con una ventana diminuta sin apenas ventilación con una tela mosquitera mugrienta que apenas se tenía al marco, una cama digna de torturas medievales (muelles sobre los cuales reposaba solo una fina tela), un calor asfixiante y un baño con un plato de ducha tan roñoso y oxidado que daba miedo ponerse encima por si lo atravesabas. ¡La que nos esperaba!

Nuestra idea era un alojamiento “distinto” al de todos los que habíamos estado hasta ahora … y acertamos ¡Sí señor! … y tan distinto que fue! ¡Se llevó el premio al peor y más mugriento de todo el viaje! 

Después de instalarnos en la casa de los horrores, nos acercamos a la terraza del chiringuito que regentaba el dueño, y decidimos comer una pizza que tardaron casi 1 hora y media en hacer, y eso que era de esas congeladas y estábamos solos, pero aquí ya se sabe que la rapidez y la eficacia no es lo suyo.

Una vez terminada la pizza, nos quedamos un rato más de relax viendo la playa que teníamos a dos pasos. Aprovechamos también para limpiar el filtro de aire de la moto y decidimos finalmente dar una vuelta por una playa no muy limpia donde llegaban las barcas con la pesca del día. Las barcazas alargadas y coloridas se contaban por decenas, eran preciosas e intentamos fotografiar alguna de ellas sin mucho molestar, hasta que algunos pescadores se dieron cuenta y nos hicieron aspavientos con los brazos para decirnos que aquí no éramos bienvenidos … no entendimos muy bien el motivo ya que no hicimos nada malo, solo pasear y retratar el momento. Pero lo entendimos, y nos volvimos sorteando pescados muertos por la playa para volver de nuevo a nuestra casita de los horrores.

¡Necesitábamos descansar como agua de mayo y eso es lo que íbamos a hacer!


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