Capítulo 6. Cruzamos la frontera. (Dakhla-Noadibú: 434km)

Hoy era el día que cruzábamos la frontera de Marruecos con Mauritania, la ‘tierra de nadie’ estaba más cerca que nunca.

Se nos presentaba otro día un poco largo ya que por el camino no había nada, tan solo desierto, el cual también tenía su belleza.

Íbamos tan concentrados en llegar, que de repente nos pasamos sin querer el cartel del trópico de Cáncer, frenada en seco y volvimos sobre nuestros pasos. Sabíamos que estaba por la zona, pero justamente en ese momento estábamos mirando como bobos los dromedarios que estaban al otro lado de la carretera.

Nos hicimos las típicas fotos de rigor, tardamos unos 10 minutillos en los que no pasó ni un solo coche ni camión. La carretera estaba totalmente desierta.

Sin nada más que ver que no fueran bancos de arena y dromedarios rascándose en las señales de tráfico, llegamos por fin a la frontera.

Nos sorprendieron un par de buscavidas, pero como llevábamos los deberes hechos desde casa, no los necesitamos para nada. Sabíamos todos los pasos y trucos que debíamos seguir y al final pues no nos costó nada cruzar la frontera. Esto nos sorprendió bastante y nos sentimos muy orgullosos de haberlo conseguido nosotros solos.

Cogimos de nuevo la moto después de pasar todos los trámites y nos mentalizamos en pasar por la “tierra de nadie”. Eran unos 4 kilómetros donde no manda ninguna ley. Dejamos atrás Marruecos, pero aún sin divisar Mauritania en el horizonte. Los primeros kilómetros estaban asfaltados por lo que nos resultó fácil, pero los últimos kilómetros eran tierra, arena, piedras, pedruscos … un infierno. Íbamos literalmente pegando botes, despacito y chinochano, pero seguros. Eso sí, los últimos 500m se complicaron ya que pillamos un par de bancos de arena en los que la moto se tambaleó unas cuantas veces, lo que obligó a Elena a bajarse de la moto y hacerlos andando.

Al fin llegamos a la frontera mauritana, Elena andando y yo en moto. Aquí nuevamente llegaron los típicos buscavidas que intentaban sonsacarnos los “dineros”, pero tampoco nos hicieron falta puesto que también llevábamos la lección bien aprendida. Para conseguir cruzar esta frontera y obtener el visado, había que pasar por diferentes casetas que encima no estaban bien indicadas (no sabemos cómo se apañan en ese caos), cuño por aquí, papel rellenado por allá, en definitiva, un papeleo bastante lioso. La suerte que tuvimos es que la guardia fronteriza nos debió ver cara de cansados y fue muy correcta haciéndonoslo muy fácil.

Ya con todos los trámites en orden, cambiamos moneda no sin estar un ratito largo regateando, tiraban evidentemente mucho a la baja, pero al final a cabezones no nos gana nadie y llegamos a un acuerdo, al menos nosotros nos quedamos conformes. (Pequeño aviso: hay que tener mucho cuidado con la moneda en Mauritania ya que a partir de aquí alguna vez intentarán “jugártela” ya que existe en circulación moneda antigua y moneda nueva. La ouguiya que así se llama, ha sido sustituida por una nueva moneda del mismo nombre, pero de más valor. Concretamente, 10 ouguiyas antiguas pasan a equivaler a 1 ouguiya nueva.)  

A la salida y después de obtener el seguro de la moto, nos encontramos arena fina, por lo que fuimos con bastante cuidado para no besar el suelo. De hecho, hacía dos días el paso estuvo cerrado ya que no pudieron limpiar la arena de la carretera. Aquí en Mauritania se notaba que no disponían de tantas máquinas quita arena, lo que hacía más emocionante transitar por sus carreteras.

La llegada a Nuadibú fue de lo más caótica. Aterrizamos en la avenida principal la cual estaba llena de gente, muy sucia, con vehículos destartalados y reconstruidos como con “retales” de otros coches, circulando sin sentido y sin reglas de circulación …. ¡Un aco*one! 

Paramos en la misma avenida para comprar una tarjeta SIM sin apenas entendernos con el chaval de la tienda, aquí el francés no lo dominan para nada, así que estábamos vendidos. Nos “confirmó”, o eso creímos nosotros, que llevaba 2Gb, ¡qué ilusos! Solo llevaba 200Mb y dejó de funcionar en cuanto encendimos el móvil. Eso significaba que estábamos totalmente incomunicados … Asumimos que nos habían “medio tangado” y decidimos tirar a la aventura ya que no teníamos alojamiento reservado, el tráfico era bestial, coches y autobuses en dirección contraria, peatones suicidas …, y encima la polución nos dificultaba respirar.

Tras un rato evitando “morir”, pasamos por delante del Hotel Aljazira en el que vimos coches de la ONU aparcados en la puerta, así que decidimos parar a dormir ahí ya que nos pareció de lo más seguro. Al entrar en las habitaciones, nos dimos cuenta que era como un hotel de módulos pre construidos, todo crujía, pero era cómodo y funcional. Al acercarse la hora de la cena, en recepción nos indicaron que había unos españoles que regentaban un restaurante, así que no tardamos en ducharnos e ir a investigar. El restaurante no estaba muy lejos del hotel, estaba lleno de españoles tomando cubatas y cervezas, y además nos encontramos con una carta llena de platos made in Spain (pulpo, tortilla, bravas …). Nosotros nos decantamos por unas pizzas porque nos apetecía “guarrear”. La acompañamos de una Coca-Cola y de una cervecita “de contrabando” bien fresquita.


Deja un comentario